El murmullo se expandía como fuego entre la multitud. Todos habían visto lo inevitable: el vínculo había caído sobre Leandro y la heredera de la manada del sur. Isabella, la hija de los alfas Diego y Diana, estaba de pie frente a él, con el pecho agitado y los labios entreabiertos. El aire vibraba entre ambos, como si cada latido de sus corazones empujara al otro hacia adelante.

Leandro intentó resistirse, al menos un instante, porque el miedo todavía estaba allí, agarrado a su pecho. Pero los ojos de Isabella lo quemaban. No había rechazo, ni juicio, ni frialdad. Solo aceptación… como si ella lo hubiera estado esperando desde siempre.

Emili apretó el brazo de Adrián y sonrió, susurrándole:

—La luna decidió.

Pero no era la única.

Al otro lado del círculo de lobos, Samuel también había quedado rígido, casi sin aire. Un aroma dulce y fresco lo envolvió de golpe, haciéndole perder pie. Giró, desesperado por encontrar el origen, y entonces la vio: una joven de sonrisa tímida, rodeada de l