La noche se había tragado poco a poco los restos del crepúsculo. El bosque estaba en silencio, roto únicamente por el canto lejano de los grillos y el susurro del viento que agitaba las ramas altas. Adrián había permanecido a una distancia prudente de la cabaña de Luna Nueva durante toda la reunión. Al principio se negó a acercarse; quería darle espacio a Emili, permitirle decidir por sí misma cómo enfrentar aquel momento con Jackson. Pero su lobo estaba inquieto, golpeando contra las paredes de su pecho, exigiendo moverse.
Aguantó todo lo que pudo, hasta que la espera se volvió insoportable. Finalmente cedió, siguiendo el rastro de su aroma hasta unos metros más allá de la entrada del claro. No quería irrumpir, pero tampoco podía permanecer quieto. Su instinto lo arrastraba hacia ella como un imán.
Y entonces la vio.
Emili caminaba sola, con paso calmado pero con los hombros tensos. Su cabello caía suelto sobre su espalda y el brillo de la luna dibujaba un resplandor plateado en su p