El amanecer se filtraba por las cortinas de la habitación cuando Valeria abrió los ojos. Durante un instante, permaneció inmóvil, sintiendo el peso cálido del brazo de Damián sobre su cintura, su respiración acompasada contra su nuca. Ya no despertaba sobresaltada, con el corazón desbocado y la sensación de estar en territorio enemigo. Ahora, este lugar se había convertido en su refugio.
Se llevó una mano al vientre, que comenzaba a redondearse de manera más evidente. Cinco meses. Cinco meses desde que había sido desterrada, desde que su vida anterior se había desmoronado como un castillo de naipes. Y sin embargo, aquí estaba, reconstruyéndose desde las cenizas.
—Buenos días —murmuró Damián, apretando suavemente su abrazo—. ¿Cómo amanecieron mis dos personas favoritas?
Valeria sonrió, girándose para enfrentarlo.
—Con hambre. Mucha hambre.
Damián rio, besando su frente antes de incorporarse.
—Eso tiene solución.
Mientras lo observaba levantarse, Valeria pensó en la decisión que había t