El consultorio médico olía a antiséptico y a ese aroma peculiar que solo tienen los hospitales. Valeria se acomodó en la camilla, con la bata de papel crujiendo bajo su peso mientras el Dr. Morales revisaba los resultados de sus últimos análisis. Kael permanecía de pie junto a ella, su presencia imponente llenando la pequeña habitación. Había insistido en acompañarla a esta revisión, a pesar de las protestas iniciales de Valeria.
—Todo parece estar en orden —comentó el médico, ajustándose las gafas mientras pasaba las páginas del informe—. El desarrollo fetal es normal, los niveles hormonales están dentro de los parámetros esperados para las veinticuatro semanas.
Valeria asintió, sintiendo un alivio momentáneo. Cada visita médica era un recordatorio de la incertidumbre que pendía sobre ella como una espada de Damocles. La pregunta que la atormentaba día y noche: ¿quién era el padre de su hijo?
—Doctor —intervino Kael con voz grave—, ¿hay alguna forma de determinar la paternidad antes