Capítulo 18.
POV - CAMILA.
El convoy presidencial cruzaba la ciudad como un ejército en desfile: sirenas, motocicletas, banderas ondeando desde las ventanas blindadas. Yo iba en el asiento trasero, junto a Diego. A través del vidrio, veía los barrios húmedos después de la lluvia. Casas con techos de lata, niños corriendo descalzos, madres cargando bolsas como si cargaran la vida entera en los brazos.
Diego miraba lo mismo, con una expresión que no era diplomática: era real. Se inclinó hacia mí y habló en voz baja, lo suficiente para que solo yo lo escuchara.
—Es diferente ver estas cosas en un informe y verlas en la cara de la gente.
Asentí. Él entendía. No todos lo hacían.
El primer destino fue un hospital infantil. Los pasillos olían a desinfectante barato y a resignación. Las paredes estaban pintadas con colores alegres, pero la pintura descascarada revelaba la mentira. Los niños nos recibieron con aplausos tímidos. Diego se agachó, tomó la mano de una niña calva por la quimioterapia y le sonri