Capítulo 19.

El Palacio estaba lleno de ruido desde temprano. Cámaras, banderas, militares de gala, ministros que parecían buitres esperando salir en una foto. Todo por la despedida de Diego. Yo me vestí con un traje azul oscuro, sobrio, pero que me hacía ver firme, segura.

El príncipe habló frente a todos. Su discurso fue breve, pero cada palabra calculada.

—He conocido a muchos líderes en este país, pero quiero destacar a alguien que me ha sorprendido con su trabajo, con su fuerza y con su claridad: la primera dama.

Escuché los flashes como ráfagas de fusiles. Los periodistas se abalanzaron a captar mi reacción. Yo solo mantuve la cabeza erguida. Lo que dijo Diego no fue un halago vacío. Había puesto mi nombre por encima del de Carlos, frente a todos.

Miré de reojo a mi esposo. Sonreía, pero yo lo conozco. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos apagados de rabia. En ese instante, él no era el presidente. Era un hombre herido en su orgullo.

El acto terminó y acompañé a Diego por el pasillo hasta la
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