Aimunan
La mañana del 17 de julio había llegado con fuertes lluvias, eran las nueve de la mañana y aún no cesaba. Mi madre guardaba luto por la partida de su padre, decidimos no regresar al pueblo hasta por lo menos haber guardado el luto por un mes, eran costumbres que se cumplían al pie de la letra, para evitar problemas de prosperidad más adelante.
Desayunamos en la misma cabaña, cada uno en su habitación, el personal de campamento nos atendió por orden de mi hermano. Mi futura cuñada y sus padres se habían regresado a su pueblo para terminar de preparar los últimos detalles del matrimonio por lo que no estuvieron presentes. De hecho decidieron aplazar la boda para mediados de Agosto para darle el tiempo necesario de duelo.
Al mediodía escuché que alguien entró a la cabaña, salí de mi habitación y era mi hermano.
Yo como buena hermana salí a recibirlo, me acerqué para abrazarlo, sabía que le había pegado muy duro la partida de mi abuelo, ya que ellos eran muy inseparables.