Aimunan
La primera noche decembrina comenzaba. El pequeño escenario del bar de karaoke en Múnich era el centro de mi nueva paz. El aire estaba espeso con el aroma a cerveza y promesa festiva.
Cuando el grupo en vivo nos cedió el micrófono, el guitarrista se acercó.
—Son latinas, ¿verdad? ¿Nos harías el honor de un dueto? —preguntó.
Acepté. Él comenzó a tocar los acordes melancólicos y familiares de "¿Dónde está el amor?".
Comencé a cantar la parte inicial, mi voz clara y cargada de todos los sentimientos que había ocultado durante meses:
...No hace falta que me quites la mirada para que entienda
Que ya no queda nada...
Al llegar al coro, el cuestionamiento que había marcado mi vida se hizo público:
¿Y dónde está el amor?
¿Del que tanto hablan?
¿Por qué no nos sorprende?
Y rompe nuestra calma...
Mis ojos, llenos de esa pregunta, se fijaron en la multitud, a la vez en la nada. Pero de repente, allí, detrás de la barra, tan quieto y vulnerable como si e