Aimunan
El avión de la Corporación Lee me depositó en Múnich. El vuelo fue un borrón, pero la sensación al tocar tierra era inconfundible: la gravedad de mi propia existencia había regresado. Ya no era un satélite orbitando la culpa de Alexander. Era libre.
Llegué a la casa del bosque con el amanecer. Abrí la puerta, y el aire frío de la mañana alemana era una bendición en mis pulmones.
Antes de sorprender a Trina, necesitaba hablar con mi hermano. Y sin importar la hora le marqué, la respuesta llegó rápidamente.
—¿Qué pasa ahora?—Su voz sonó ronco.
—Isacc, me quedaré unos meses en Alemania, quiero despejarme antes de volver a casa.
—Tómate tu tiempo—no se opuso ni hizo preguntas—hiciste un trabajo impecable, los tomates están pintones....¡Felicidades!.— podía percibir el orgullo en su voz.
—Aprendí del mejor— dije ante el mensaje clave.
—Repórtate cuando estés lista para regresar.
—Así lo haré —no había más palabras que decir. Y la llamada finalizó
Miré el peq