Luciana removía distraídamente su café con leche, mirando hacia la calle a través de sus gafas de sol Chanel. Café Noir era uno de esos lugares donde la élite de Manhattan iba a "ser vista" mientras fingía querer privacidad. El aroma a café recién molido se mezclaba con perfumes caros y el murmullo de conversaciones que pretendían ser discretas.
Perfecto para lo que necesitaba.
Damian se recostó en su silla frente a ella, con esa sonrisa relajada que parecía no tener preocupaciones en el mundo. Llevaba un suéter de cachemira negro que probablemente costaba más que el alquiler mensual de un apartamento promedio. Sus manos—manos de pianista, largas y elegantes—jugaban con una cucharilla de plata.
—Entonces, déjame ver si entendí bien. —Sus ojos oscuros la estudiaron con interés genuino—. Stefan Vanderbilt te besó frente a treinta cámaras sin tu permiso, ahora aparece "casualmente" en tu clase de yoga, y su ex novia secreta te está enviando mensajes amenazantes.
Luciana tomó un sorbo de s