Luciana se miró en el espejo del baño del Plaza y apenas se reconoció.El satén negro se ajustaba a su cuerpo como segunda piel, el escote pronunciado pero elegante, la espalda completamente descubierta hasta la curva de su cintura. No usar el vestido que Stefan había enviado era una declaración.Negro. No el blanco virginal que esperaban de una prometida. Negro como luto. Como venganza. Como guerra.Sus manos temblaban mientras se retocaba el labial rojo.Esta mañana, Rick Manson había llamado de nuevo. "La votación es el lunes, señorita Sterling. Necesito poder decirles que la fusión está en camino."Respiró hondo, guardó el labial en su clutch de satén negro y salió del baño.El Grand Ballroom del Plaza estaba decorado con elegancia obscena—arreglos florales que costosos, candelabros de cristal que capturaban la luz como diamantes, manteles de seda que susurraban con cada movimiento.Y en medio de todo eso, Stefan Vanderbilt.Estaba junto a la barra de mármol, impecable en esmoqui
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