—¿Estás segura de esto? —La voz de Viktor me corta mientras ajusto los botones de mi abrigo frente al espejo. Su reflejo detrás de mí es como una sombra afilada, contenida, a punto de explotar.
No me doy la vuelta. Si lo miro, voy a dudar.
—Sí —respondo con una calma que no tengo—. No voy a esconderme detrás de tus hombres como si fuera una niña asustada. Esto es entre Nikolai y yo.
—No. Esto es entre él y la Bratva. Tú no deberías estar ni cerca de ese psicópata.
—¿Y tú sí? —Ahora sí lo enfrento. Su mandíbula está tensa, las manos en puños a los costados. Huele a furia y colonia cara, como un dios del caos al borde de romper algo. O a alguien. Tal vez a mí.
—No es lo mismo —gruñe—. Yo nací para esto. Tú…
—¿Yo qué? ¿Nací para ser usada?
Silencio.
Exacto.
Tomo mi bolso, ignorando la forma en que sus ojos me taladran la espalda.
—Mikhail te acompañará. Ni un solo paso sin él, ¿entendido?
—No necesito un niñero.
—No. Necesitas un salvavidas —su voz cae como plomo—. Porque estás nadando e