La nieve cae como una promesa.
Silenciosa. Persistente. Fría… y, de alguna manera, reconfortante.
Estamos en medio de la nada. Una cabaña de madera al norte, rodeada por pinos altos y una niebla que parece salida de un sueño demasiado largo. El tipo de lugar que huele a leña, a tierra húmeda y a nuevas oportunidades. Aquí no hay disparos. No hay gritos. No hay cadáveres esperando justicia. Solo nosotros. Viktor. Yo. Y la pequeña vida que crece en silencio dentro de mí.
A veces lo escucho moverse por las noches, en la cocina, en la sala, en la terraza. Camina como si esperara que el pasado tocara la puerta en cualquier momento. Yo lo observo desde la cama, con una mezcla de ternura y miedo. Porque lo amo. Y porque sé que ese amor no es suficiente para protegernos de lo que se viene.
Hoy amaneció antes que yo. Lo encontré junto al ventanal, solo con un suéter de lana y una taza de café negro en la mano. Miraba la nieve caer como si pudiera descifrar algún mensaje en cada copo.
—¿Estás c