La nota seguía clavada en mi mente, como un filo invisible que rozaba cada pensamiento. "Las esposas pueden ser reemplazadas." La amenaza era clara y helaba la sangre. La villa, con sus muros imponentes y jardines frondosos, ya no se sentía como un refugio. Cada sombra parecía esconder ojos que vigilaban, susurros que acechaban.
Me levanté temprano, el sol aún tímido, y caminé por los pasillos con la sensación de que alguien me seguía. A cada esquina, a cada reflejo, buscaba señales de peligro. Viktor no estaba en casa; eso solo alimentaba mi paranoia. No podía confiar en nadie, ni siquiera en quienes deberían ser aliados.
Fue entonces cuando descubrí algo que hizo que todo ese miedo se volviera real. En la biblioteca, entre documentos viejos que revisaba intentando entender este mundo, encontré un pequeño dispositivo oculto tras un libro. Un micrófono diminuto, una ventana abierta para alguien que no quería que supiéramos la verdad.
No solo a mí me espiaban. La familia Makarov entera