Firmó un contrato, entregó su tiempo, nunca pensó entregar el corazón. Maddison Evans es joven, inteligente, y sabe cuál es su lugar: asistente personal del hombre más poderoso de la ciudad… y de su vida. Lo que comenzó como miradas furtivas y silencios llenos de tensión, pronto se convirtió en un secreto peligroso: ella es la amante del CEO. Derek Kingsley no mezcla los negocios con el placer. Hasta que la conoció a ella. Sabe que Maddison no pertenece a su mundo, y sin embargo, la mantiene en la sombra, lejos del escándalo, lejos de su prometida… y lejos del amor que nunca se permite sentir. Cuando Maddison descubre que Derek está a punto de casarse con otra por motivos que no puede revelar, su mundo se derrumba. Pero el golpe más fuerte está por llegar: está embarazada. Herida, humillada y rota, huye sin mirar atrás. Pero Derek Kingsley no está acostumbrado a perder. Y ahora que sabe que ella le que le pertenece, hará lo que sea para recuperarla. Aunque tenga que romper todas sus reglas, aunque tenga que destruirlo todo.
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Todos en este edificio caminan como si yo fuera parte del mobiliario. Una silla más, una planta de oficina. Nadie me saluda al pasar, nadie recuerda mi cumpleaños, ni siquiera saben que odio el café sin azúcar, pero él sí lo sabe.
—Evans, en mi despacho. Ahora —dice con una voz firme a través del intercomunicador.
Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Me levanto, aliso la falda y me aseguro de que el cabello esté en su sitio como si eso importara, como si él alguna vez me mirara más allá de lo que necesita ver.
Camino entre escritorios, sintiendo miradas fugaces y cuchicheos apenas disimulados. “Pobre Maddison, la esclava personal del ogro Kingsley”, eso es lo que todos piensan, pero no tienen idea, nadie la tiene.
Abro la puerta de cristal de su oficina sin hacer ruido, como siempre. Él está de espaldas, mirando por la enorme ventana que da a Manhattan con las manos cruzadas detrás de la espalda, impecable en su traje oscuro y su mirada llena de arrogancia.
—¿Me llamó, señor Kingsley? —pregunto, con la voz más neutra que logro conseguir.
Él no se gira aún.
—Cierra la puerta —ordena.
Obedezco. La traba hace clic, ese pequeño sonido activa un millón de sensaciones en mi cuerpo. Porque sé lo que viene, sé por qué me ha llamado. No es por el informe ni por la agenda, no es por trabajo.
Es por mí.
Se da la vuelta lentamente. Me observa con esa mirada helada, esa que parece atravesarme y desnudarme al mismo tiempo. Mi corazón late demasiado rápido. Me odia cuando me tiembla la voz, cuando no sostengo la mirada, pero también me odia si soy demasiado osada. Con él, nunca hay punto medio.
—¿Qué hiciste con los papeles del contrato McMillan? —pregunta de forma seca acercándose un paso.
—Están listos, los dejé en su escritorio esta mañana con la nota que me pidió.
Asiente apenas. Me analiza en silencio, como si buscara en mi rostro alguna imperfección, algún fallo. Me cuesta respirar cuando se acerca más. Sus manos se apoyan en el escritorio, y su tono cambia a uno más bajo, peligroso e intenso.
—No era eso lo que quería de ti hoy.
Mi piel se eriza y mis rodillas tiemblan. Lo odio por hacerme esto, por desarmarme con una sola frase y saber exactamente cómo doblegarme.
—Lo sé —susurro bajando la vista.
En tres pasos está frente a mí. Su dedo toma mi barbilla y me obliga a levantar el rostro. Su contacto es suave, pero no hay ternura, nunca la hay.
—Entonces compórtate como si lo supieras.
No necesito más. Sus labios chocan con los míos como una orden, no una caricia. Me besa con fuerza, con desesperación, y yo... yo me dejo consumir. Porque no sé cómo decir que no, porque cuando él me toca, todo lo demás desaparece.
Sus manos son expertas, exigentes. Me sienta sobre el escritorio como si fuera un objeto, apartando papeles sin mirar. Me desabrocha la blusa sin cuidado, arrancando un g3mido que se ahoga entre nuestras bocas. Todo es rápido y urgente como si no pudiera esperar un segundo más, como si yo fuera una dr0ga que necesita para sobrevivir.
Pero no hay palabras dulces, no hay susurros al oído. Solo respiraciones agitadas, gruñidos de deseo y su voz mandando, exigiéndome más.
Me toma ahí mismo, con una urgencia feroz, como si el mundo entero no existiera fuera de estas cuatro paredes, no le importa que al otro lado de la puerta todavía quedara gente trabajando, no le preocupa que alguien pudiera entrar, porque Derek Kingsley no le teme a nada.
Abre mis piernas con una firmeza que me desarma. Me sube la falda con manos hambrientas, sin perder un segundo, y apenas se baja los pantalones lo justo para lo que necesita. N
Sus caricias son un incendio, y yo… yo ardo con él. Me rindo al instante, le entrego el control como siempre lo hago. Me toma con fuerza, con esa intensidad salvaje que me hace olvidar mi nombre. Me empuja contra el escritorio, cada 3mbestida me roba el aliento, mientras sus labios capturan los míos, ahogando mis gemid0s con su lengu4, con su posesión.
Su cuerpo tiembla justo antes del clímax, sus dedos se clavan en mis musl0s, dejándome sin escape. Y entonces lo siento rendirse también, profundo, violent0 y real.
Por un segundo, me sostiene. Solo uno. Luego, como siempre, me suelta. Y yo… yo me quedo ahí, temblando, aún aferrada a la ilusión de que algún día él me mire como algo más que su secreto mejor guardado.
Luego se aparta sin decir nada. Se abrocha el cinturón con calma y sin mirarme. Yo sigo sobre el escritorio, con las medias corridas, el corazón hecho un desastre, y la piel llena de marcas invisibles.
Me incorporo en silencio y acomodo mi ropa y mi cabello para que no se note lo que acabamos de hacer.
—Puedes irte —dice sin volverse.
—¿Quiere que le traiga café? —pregunto, porque necesito hacer algo más que simplemente salir derrotada.
—No. Solo vete.
Camino por el pasillo como si no tuviera el alma hecha pedazos. Se supone que nadie debe saberlo y si he accedido como una tonta a ser su amante en secreto, es porque estoy ridículamente enamorada de él.
Muy pocas veces Derek me ha dicho palabras bonitas, la mayoría es cuando está borracho, pero por ahora para mí eso es suficiente. Lo amo y sé que aunque no lo diga, él me ama también.
Esa noche hay una fiesta de la empresa a la que tengo que asistir porque es obligatorio. Cuando llego él ya está ahí, pero como siempre, cuando estamos en público, Derek no me mira ni una sola vez, ni siquiera cuando estoy a dos metros. Es parte de las reglas, nadie puede sospechar lo que hacemos.
Mientras yo finjo beber una copa de vino, lo veo hablando con inversores, saludando a directivos, y se muestra encantador. Ese hombre no es el que me besó hace unas horas, no es el que me toma sin preguntar y después me desecha.
Estoy por irme cuando escucho el tintinear de una copa. El director de relaciones públicas pide silencio. Derek se adelanta al escenario.
—Gracias a todos por estar aquí. Es un honor celebrar un nuevo año de éxito… y también compartir una noticia personal —dice dando un preámbulo—. Quiero presentarles a alguien muy especial para mí.
Mi corazón se detiene, sin pensarlo doy un paso adelante, pensando que finalmente se va a atrever a hacer público lo nuestro, pero mis ilusiones se rompen cuando una mujer aparece y sube al escenario.
Alta, elegante… perfecta. La he visto en revistas, su nombre es Vanessa Beaumont, es hija de uno de los principales inversionistas de Kingsley Enterprises. Una socialité con sonrisa de portada y apellido de poder.
Derek le toma la mano.
—Estoy comprometido con esta increíble mujer —dice con esa voz grave que tantas veces me ha susurrado cosas que no eran promesas—. Y no puedo esperar a comenzar esta nueva etapa a su lado.
Los aplausos me taladran los oídos, el mundo gira, siento que me ahogo. Él pasa junto a mí al bajar del escenario y ni siquiera me mira…
CAPÍTULO 104: LA TRAMPA PERFECTADerekDesde hace días evito contestar sus llamadas. No porque no quiera oír su voz, sino porque no sé cómo decirle que, al menos por ahora, no puedo hacer nada.No puedo divorciarme de Vanessa con la presión del psiquiatra, no con ese informe clínico y la mirada inquisitiva de los médicos diciéndome que, como esposo legal, tengo la responsabilidad de no dejarla sola. Y aunque sé que todo fue manipulado, que ese intento de suicidio fue un teatro cruel con consecuencias reales, sigo aquí, atrapado.Porque incluso sin quererlo, ella sigue ganando. Y yo… sigo posponiendo lo que debería hacer.Camino de un lado al otro en la sala de estar, el silencio se siente espeso, no me atrevo a subir a verla. Desde que despertó, Vanessa se limita a mirarme con ojos llorosos y a susurrar frases cortas llenas de culpa y supuesta fragilidad. Es buena actuando, lo ha sido siempre, pero no conmigo, mucho menos ahora que recuerdo todo.El timbre suena, pero yo no espero a n
CAPÍTULO 103: UN SUSURRO EN LA OSCURIDADMaddisonLlamo a Derek por cuarta vez esta mañana y otra vez me responde su buzón. Su voz grabada, neutra y sin emoción es lo único que me queda por ahora. Sé que debe estar atrapado en alguna situación con Vanessa, que algo lo retuvo después de aquella noche en la cabaña, pero no puedo evitar sentir esa punzada de inquietud cuando no sé nada de él, cuando no contesta y vuelve a desaparecer sin avisar.Me digo que no debo preocuparme, que confíe en lo que compartimos, en lo que recuperamos, pero en el fondo… tengo miedo. Porque cada vez que algo se interpone entre nosotros, siento que lo pierdo de nuevo.Tomo mi bolso y salgo. Hoy no puedo quedarme esperando una llamada. Necesito avanzar en la búsqueda de nuestro hijo y eso significa volver a ver a Jonathan Kingsley.El chofer me lleva en silencio hasta la oficina privada del abuelo de Derek. Él me recibe con una expresión grave, pero en cuanto entro, deja los papeles a un lado y se pone de pie
AndrewNo me gustan los lugares demasiado lujosos, esos que huelen a privilegio mal disimulado y donde la gente se ríe con la boca, pero no con los ojos. Y sin embargo, aquí estoy, en uno de los clubes privados más exclusivos de la ciudad, sentado frente a una copa de whisky que no pedí, esperando a un hombre que ni siquiera debería seguir llamando “padre”.Gregory Beaumont siempre elige lugares así cuando quiere hablar de cosas sucias. Le gusta la contradicción, ese aire elegante que cubre los tratos turbios que maneja en la sombra. La última vez que me citó aquí fue para recordarme que soy una extensión de sus planes, no su prioridad. Esta vez no sé qué espera, pero me presenté igual. Supongo que aún me queda un rastro estúpido de esperanza. O quizás sea solo costumbre de querer pertenecer.La puerta se abre puntual, como todo en su mundo. Gregory entra con ese paso medido, con la mirada fría que te corta por dentro. Se sienta sin saludar y sin rodeos, solo me mira con un dejo de de
VanessaCuando llego a casa, todo está a oscuras, cierro la puerta con cuidado, con la esperanza absurda de no hacer ruido, como si Derek estuviera dormido arriba y todo lo que pasó en la cena no fuera real. Todavía no puedo creer que me dejara plantada, simplemente se fue sin avisar y me dejó en ridículo.Dejo el bolso en la mesa y me quito los tacones con un suspiro. Subo las escaleras con lentitud, deseando que la incomodidad de la noche se disipe al verlo ahí, porque si Derek se fue sin avisar puede ser por dos razones: o se aburrió de la cena con mi padre, o recuerda todo.Al llegar al dormitorio, está vacío. Las luces siguen apagadas y la colcha está intacta. Camino hacia el baño y abro la puerta con un impulso nervioso, pero no hay nadie. Bajo corriendo a su oficina, reviso la cocina, la sala, el jardín. Nada, ni un rastro.Tomo el celular y marco su número, pero está apagado. Vuelvo a intentarlo hasta tres veces, cuatro incluso, pero nada.Se fue de la cena sin avisar, me dejó
CAPÍTULO 100: LA NOCHE QUE LO CAMBIA TODOMaddisonDespertar con su cuerpo a mi lado ya no es un sueño, es real, y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy a salvo. Derek duerme profundamente, con una mano sobre mi cintura y su respiración cálida en mi cuello. Podría quedarme así para siempre, con el corazón lento, con esta calma que no me pertenece del todo pero que empiezo a desear como si fuera mía.No es una noche más, no fue sexo ni consuelo, fue entrega, ternura, la manera en que su mirada me buscó antes de tocarme. Cómo me quitó la ropa como si tuviera miedo de romperme y susurró mi nombre como si lo estuviera diciendo por primera vez. Fue amor real, crudo y sin mentiras. Sin rabia ni culpa.Y yo también lo amé. Lo amé como nunca me había atrevido antes.No digo nada, solo me quedo mirándolo mientras duerme. Hay paz en su rostro, como si después de tanta guerra interna, hubiera encontrado el camino de regreso a sí mismo… y a mí.Me aparto con suavidad y me levanto, me
CAPÍTULO 99: DONDE EMPIEZA LA VERDADDerekMaddison no dice nada, solo me toma de la mano, su piel está fría, pero firme. No tiembla ni tampoco duda, simplemente entrelaza sus dedos con los míos, gira sobre sus talones y tira de mí hacia el auto, yo la sigo, pero no por impulso, sino porque hay algo en esa forma de tocarme que me resulta... familiar.No hablamos durante el camino. Nos subimos al auto y ella conduce como si supiera exactamente adónde vamos y yo no pregunto. Podría hacerlo, podría exigir una explicación, o al menos una pista de por qué siento este nudo en el estómago, pero no digo nada, solo miro por la ventana cómo la ciudad se disuelve en sombras, cómo el paisaje cambia poco a poco, y cómo el silencio entre nosotros se vuelve menos incómodo y más necesario.Una hora después, la carretera se estrecha, y el concreto da paso a un camino de tierra bordeado por árboles altos. Hay algo en ese lugar que me aprieta el pecho, no sé qué es, aún no lo recuerdo, pero la sensación
Último capítulo