Carlotta Rinaldi era una mujer de carácter fuerte, pero tampoco era de acero. Cuando llegó a su maltrecho departamento y se vio en la misma precaria situación económica, con un hombre preso en la cárcel por su culpa, deudas que pagar y ahora unos sicarios que la perseguían para matarla, tomó la más difícil decisión de su vida. Se vendería al Duque de Valluci por dinero. Stefano Vallucci desea a una esposa obediente, que no le exija ningún tonto sentimentalismo y que solo cumpla con sus órdenes sin cuestionamientos, porque él guarda varios secretos oscuros, que de ser descubiertos, pondrían en peligro su título. Si no hay amor y solo intereses, todo es más sencillo y pactan un trato que les conviene a ambos. Pero Carlotta nunca se imaginó, que en esta ecuación, entraba un tercero. En las noches, caricias frías se convirtieron en calientes y apasionantes, pero la Duquesa de Vallucci tendrá que elegir cuáles prefiere al final, si las del Duque real o las del Duque falso.
Leer más— ¡¿Qué?! – Carlotta se levantó de golpe del asiento.
— Eso no sucedió así, ¡se lo he repetido varias veces! Mi jefe me tendió una trampa, solo quería abusar de mí, nunca… nunca me imaginé que haría algo tan bajo y asqueroso. Si no hubiese sido por mi amigo, que llegó para salvarme… ahora estaría violada.
— Entonces su “amigo” el otro trabajador del restaurante, Luca Fabbri – el policía buscó el nombre en una hoja de reporte— él empujó al Chef defendiéndola y provocó su muerte.
— ¡¡No, no!! ¡¿Cuántas veces quiere que se lo repita?! ¡El Chef se cayó solo! Enojado porque Luca lo enfrentó para salvarme, cuando nos íbamos, intentó atacarnos y resbaló con la grasa del suelo de la cocina. Cayó de espaldas y se golpeó la cabeza con la punta de la encimera de metal.
Carlotta relataba de nuevo al policía que recogía su declaración, con lágrimas rodando por sus mejillas y todo el cuerpo en un puro temblor.
Esto parecía una pesadilla interminable, todo había sucedido en solo segundos.
— Cálmese y siéntese Srta. Rinaldi ¿Sabe que mentir a las autoridades también es un delito? – el oficial la miró con frialdad
— Y no, no me repita lo mismo de nuevo. Lea la declaración de su “amigo” Luca Fabbri.
Le pasó lo que había contado Luca, el mejor amigo de Carlotta y trabajador del mismo restaurante donde había ocurrido el suceso.
Estaba en otra sala siendo también interrogado.
Carlotta extendió la pálida mano, sus ojos rojos comenzaron a leer el documento y a medida que pasaban las palabras, todo su cuerpo se enfriaba.
Esto tenía que ser una trampa
¿Por qué Luca mentiría al decir que él fue quien empujó al Chef? Que toda la responsabilidad de la muerte era suya y Carlotta era inocente.
Entonces, Carlotta recordó sus palabras:
«Carlotta, este hombre es de una familia rica y nosotros, solo somos dos infelices muertos de hambre. Alguien tiene que pagar este cadáver. No nos creerán cuando digamos la verdad, esa gente tiene conexiones y pedirán nuestras cabezas»
— Esto no tiene sentido, es una mentira, Luca no lo hizo, ¡él no lo hizo!, ¡es inocente, ambos lo somos! ¡Ese desgraciado se resbaló solo!, ¡tienen que investigar bien!
Las lágrimas de Carlotta caían si cesar.
No importa cuántas veces juró y perjuró, nadie le creía.
Todo indicó que Luca era su amante y al encontrarla con el Chef, tuvieron una discusión de celos, que terminó con la muerte del dueño del restaurante.
El motivo, era claro para la policía.
Carlotta de repente lo vio a través del cristal de la oficina, que se lo llevaban esposado.
— ¡Luca! – se levantó llorando, gritándole con la voz ronca, corriendo hacia la puerta de la oficina.
— ¡Espera, suéltenme!, ¡Luca, di la verdad, di la verdad, que somos inocentes, eres inocente! – le gritó a su espalda, saliendo al pasillo mientras era retenida por dos oficiales.
Luca se giró por un segundo y sus ojos oscuros la miraron con tristeza y a la vez alivio.
Una vida por otra vida.
La difunta madre de Carlotta los había salvado a él y a su mamá, de morir como unos perros en las calles.
Le pagó los estudios y lo encaminó fuera de las bandas de drogas. Solo le estaba agradeciendo de vuelta al salvar a su única hija.
— Cuida de mi mamá – Luca pudo articularle antes de ser detenido.
Carlotta se llenó de impotencia y rabia, al ver que nadie le creía.
Luca tenía la razón, luego llegó el remilgado abogado de la familia del Chef a presionar al detective a cargo.
Una locura llamada desesperación se apoderó de ella y al final, el oficial sanitario de guardia, tuvo que sedarla por completo.
*****
«¡Somos inocentes, nosotros somos inocentes!»
Carlotta se levantó de golpe, sentándose en su cama, llorando a mares y gritando como una loca.
Las manos temblándole y los nervios destrozados.
Habían pasado 24 horas de la detención de Luca.
A penas pegó los ojos unas horas, pero las pesadillas no la dejaban dormir.
Carlotta se levantó de su estrecha cama, en su viejo departamento.
Caminó al baño y se miró en el espejo.
Cabello castaño largo, ojos cafés expresivos, que ahora se mostraban rojos y con unas profundas ojeras.
Se echó un poco de agua fría en la cara y se preparó para iniciar el día.
Hoy, tenía que ver la manera de conseguir dinero para el abogado de Luca, no lo dejaría desamparado.
Lo sacaría, así tuviese que vender su alma.
*****
— Linda, ¿de verdad quieres cortar este cabello tan sano? Ni siquiera lo has teñido nunca, es increíble.
La peluquera miraba la copiosa melena que convertiría luego en una peluca.
Se notaba que la chica estaba a punto de llorar por no querer cortarla.
La pobre, seguro necesitaba el dinero con urgencia.
— Sí, píquelo bien corto, por favor – respondió con la voz quebrada.
Carlotta cerró los ojos y una lágrima se escapó de la esquina de su ojo al sentir la tijera ras, ras, picando lo que había sido el orgullo de su difunta madre.
“Qué es el pelo que vuelve a crecer, comparado a lo que sufre Luca. No tienes derecho a llorar, Carlotta”
Pensó y cuando todo terminó, tomó el sobre blanco con algunos billetes dentro.
*****
¡PAF!
El sobre blanco cayó con fuerza sobre su cara.
— ¡Desgraciada, te piensas que dándome esa migaja de dinero pagarás lo que le hiciste a mi hijo!
La mujer mayor le arrojó el dinero con desprecio.
— ¡Sabes cuánto me cuesta un abogado, así el más baratico, ni siquiera con esa miseria que trajiste se le puede invitar a un café! ¿Cómo tienes la cara dura de inculpar a mi hijo y luego dejarlo desamparado? ¡No dejan pagar ni la fianza!
— ¡Yo no inculpé a su hijo Sra. Fabbri, no hable de esa forma, que las cosas no sucedieron así!
Carlotta no pudo soportar tanta humillación, estaba haciendo todo lo que podía.
— Buscaré el dinero para el abogado, sé muy bien que son caros, esto solo era para que sobreviviera un tiempo sin la paga de Luca, más su pensión.
— ¡Más te vale sacar a mi hijo o iré a la policía a denunciarte, descarada y ahora márchate de mi casa, no se te ocurra aparecerte hasta que no tengas el dinero del abogado!
Gritaba insultando, pero muy bien que agarró la plata.
Carlotta se tuvo que morder la lengua para no responderle a la mujer.
Al final, casi fue echada a escobazos.
Nunca le había caído bien a la madre de Luca, así de a gratis y eso que su madre los había ayudado en sus tiempos difíciles, cuando la Sra. Fabbri se quedó viuda, en la indigencia y viviendo prácticamente en la calle con un bebé.
Esa era la principal razón por la que Luca la había ayudado. Una vida por otra vida.
La Sra. Fabbri era una malagradecida, pero Carlotta lo hacía todo por su amigo y por el peso en su consciencia.
*****
Vagó por el parque como alma en pena.
Dijo que pagaría al abogado, pero, ¿cómo?
Solo se le ocurría una persona que podía prestarle el dinero, al hombre que nunca hubiese querido pedirle nada en la vida, sin embargo, no le quedaban opciones.
*****
Las viejas zapatillas Nike de Carlotta estaban detenidas frente a lo que alguna vez fue una glamurosa mansión, de nobles adinerados.
Ahora mismo, parecía más una mansión decrépita, que solo aparentaba riquezas.
Eso mismo significaba su familia.
Una vez fueron muy ricos, pero los malos manejos de su padre en los negocios y su vicio por las apuestas de caballos, los llevaron al borde de la quiebra.
Ahora, solo aparentaban.
La madre de Carlotta se divorció de su padre después de sufrir severos maltratos, pero luego murió y ella tuvo que volver a la mansión de los horrores, con su madrastra y su nueva media hermana.
El mismo día que cumplió los 18 años se fue de esta casa, prácticamente huyendo.
Ahora regresaba y lo hacía mirando al suelo, derrotada y para pedirle un favor a ese cruel hombre.
— Hola, padre, espero que estés bien de salud…
Carlotta entró al sobrio despacho y se quedó de pie delante del escritorio donde su padre miraba unos documentos.
— Si fuera por ti ya estuviese más que muerto y ni por enterada
César la interrumpió con grosería, levantando al fin la cabeza.
— Saltémonos las palabras vacías, dime de una vez Carlotta, ¿a qué has venido?, ¿qué necesitas de mí?
— Necesito… dinero – cerró los ojos tirando el último resquicio de su orgullo por el suelo.
— ¿Y? ¿Qué tiene que ver eso conmigo? – ni siquiera se molestó en preguntarle para qué.
— Padre, por favor, de verdad… necesito que me ayudes esta vez, necesito ese dinero para pagar un abogado, me he metido en un problema y ¡puedo ir incluso a prisión!
Carlotta mintió porque si decía que era para su amigo, no habría ningún chance.
— Prometo devolvértelo, yo…
— ¿Cuánto necesitas?
César estaba haciendo fríos cálculos en su mente, a la vez que recordaba lo que había escuchado la última vez, en la reunión del Club de Caballeros.
— Como… 50… 50 000 aproximadamente
Pensaba que con esa cifra al menos podía darse el lujo de un buen abogado que se enfrentara al de la familia del difunto, que por supuesto iba a ser excelente.
— ¿Qué? – César la miró con burla.
Esta estúpida se había fumado algo antes de venir, eso era seguro.
— ¿50.000 euros? ¿De verdad te volviste loca? ¿Estás drogada? Si tuviese ese dinero ahora así constante y sonante no te lo daría, aunque fueras a prisión.
— Desde que saliste por esa puerta eres responsable de tus actos, así que ni sueñes que te voy a pagar lo que te fumas, o en los malos pasos que andes.
— ¡¿Qué!? ¡Claro que no lo quiero para drogas! ¡¿Cuándo me viste siquiera fumando cigarrillos?!
Carlotta lo miró con incredulidad y furia en sus ojos café.
Él sabía que ella era una buena mujer, ¿cómo se atrevía a tratarla como una maleante?
— ¡Mi jefe me acosó, casi me viola en el trabajo y yo, yo… me vi involucrada en su muerte accidental! ¡Voy a pudrirme en la cárcel si no contrato a un buen abogado! ¡A penas estoy bajo fianza en lo que avanza la investigación!
— Padre, por favor, te lo suplico, necesito tu ayuda, solo por esta vez… por favor… — Carlotta le suplicó con los ojos rojos dando un paso hacia él.
Cesar se quedó mirándola fríamente sin responderle y a Carlotta se le cayó el alma al suelo.
Él no la ayudaría, nunca lo había hecho.
— Fue una pésima idea venir y pensar, que por una vez en tu vida me ibas a tender la mano…
Dio media vuelta y se giró para irse, herida de nuevo en su corazón, como cada vez que estaba en esta desgraciada mansión.
— ¡Espera!
Su padre la llamó a su espalda cuando ya iba a agarrar el pomo de la puerta para marcharse.
Carlotta no se detuvo, seguramente la insultaría de nuevo, pero de repente…
— Puedo darte una parte del dinero que me pides, al menos… 10 000 puede ser posible y una manera de que consigas por tu cuenta más capital.
Su mano temblaba encima del picaporte y se giró para enfrentarlo.
— Dime, ¿cuál es la condición? Porque dudo que me lo des a cambio de nada –
Efectivamente, ella ya lo conocía.
— Existe una manera de obtener el dinero, solo necesitas aceptar una alianza, incluso creo que saldrás ganando querida hija, tienes la posibilidad de casarte con un Duque y ser una Duquesa.
— ¡¿Qué?!
César sonrió para sus adentros, si esto se le daba, ganaría una muy buena pasta.
El Duque Vallucci ofrecía una dote generosa para su nueva esposa, muchos estaban interesados en llevarles a sus hijas, a pesar de la mala fama que poseía el Duque de ser un estirado, snob, frío y desagradable con cuanta mujer se le acercara, pero Cesar tenía un haz bajo la manga.
Un secreto, cuidadosamente guardado, que en su momento le dio una cuantiosa fortuna.
Era hora de volver a tirar de la caja fuerte de los Vallucci y la estúpida de su hija era la clave.
Sin embargo, Carlotta se negó rotundamente en su cara.
*****
— Pero, ¿qué se ha creído ese…? ¡Aahhhh!, ¿cómo puede haber un padre tan escoria en el mundo?, ¡vendiendo así a su hija! – iba farfullando y peleando, camino a su barrio, en los suburbios.
La tomó de la barbilla y su otra mano en la cintura femenina.Sus alientos fundiéndose, la temperatura aumentando y el corazón de Loretta a punto de salirse.Tenía miedo, pero a la vez lo deseaba, tanto, que cuando su guardaespaldas bajó su boca y besó profundo sus labios, ella solo pudo abrirse a su invasión y dejarse devorar.Luca gruñó de placer.Al fin pudo probar a esta mujer que lo enloquecía. Su lengua buscaba a la suya, tomó su cabeza por detrás para guiarla, primero lento y sensual y luego apasionante y demandante. Se comían con gemidos ahogados mientras las manos del pelinegro comenzaron a vagar por los senos, la cintura y entre las piernas de su bella mafiosa.— Vamos a la casa, antes de que cometa aquí una locura … — Luca se separó respirando pesado y duro como una roca, usando todo su autocontrol.— Luca, mi pierna… — Loretta susurró, bajando los ojos, avergonzada.— No me importa, mírame Loretta, mírame, por favor – tomó su barbilla de nuevo — Eso no es importante para
— Gracias y dale las gracias a tu jefa. Los invito a mi mansión a una cena familiar para que conozcas a los gemelos y Carlotta, ella estará feliz de verte. — Ha estado un poco triste por tu alejamiento – Stefano confesó.— Bien, iré, ella es mi amiga y siempre lo será – Luca no le recordó que fue él mismo quien lo mandó a volar lejos de la vida de la Duquesa.— Después de la cena hablaremos de negocios que le convienen a tu jefa si quiere lograr el rápido control, no falten – agregó poniéndose los lentes de sol y subiéndose al oscuro Mercedes.El chofer arrancó y avanzó por la carretera rústica desértica, hasta la carretera central.Luca se quedó mirando la partida del Duque en el horizonte, pensando en sus propios asuntos y cómo la tensión sexual entre él y la “jefa” cada vez era más evidente.Solo que ella nunca lo dejaba dar el último paso, tendría que ser más agresivo al conquistar esa mujer.*****1 MES DESPUÉSEl sonido de un llanto despertó a Carlotta, el monitor sonaba con el
Las paredes de hierro roídas, el óxido por todos lados, junto con el olor a viejo y a moho, las plantas creciendo salvajes, hacían de este sitio un lugar decrépito y fantasmal.Tenía miedo, pero, aun así, se internó por entre las naves, siempre mirando alerta a todos lados, aguzando el oído y así fue como descubrió al primer hombre que le salió de repente al doblar de una esquina.— ¡BOOO! – exclamó riendo con malicia y Valentina gritó echando de nuevo a correr.Así la tuvieron, corriendo de aquí para allá, jugando con su cordura como una rata prisionera en una ratonera.La fueron llevando a donde querían desde el inicio y Valentina terminó abriendo la puerta de un viejo almacén, tipo contenedor, para meterse adentro.Estaba iluminado por la luz del sol que se colaba por entre los tablones y el zinc del techo, que se caía a pedazos.— Stefano – dijo con miedo, agitada, al girarse y verlo sentado en una silla, en medio del enorme y vacío almacén.Entre ellos había una fuerte reja de ac
Entró casi a oscuras en el salón lleno de pequeñas cunas y bebés durmiendo, caminó rápido, en puntillas, hacia donde estaba el bastardo Vallucci envuelto en unas mantas, dormido y prácticamente lo que se veía era la mata de pelo negro.Estiró la mano para verle mejor la cara, pero un ruido dentro de la zona del baño, la hizo precipitarse en agarrar al niño y sacarlo del cunero.Llego a la salita donde limpiaba, se agachó con cuidado y lo colocó entre las sábanas sucias que cambiaba en las camas.Tapándolo por completo en la canasta de plástico debajo del carrito, sin pararse a pensar que podía ahogar al bebé.Poco le importaba, lo suyo era escapar ahora, antes de ser descubierta por esas enfermeras.Caminó por los pasillos con el alma en un puño, empujando el carrito de limpieza, casi al punto de volar por el suelo. Llegó al área de los elevadores que bajaban a la recepción y luego al estacionamiento y pulsó el botón, esperando y esperando.6…5…4… El elevador se acercaba a su piso.Y
Escuchando su palabrería lasciva, Valentina fue a la cocina y comenzó a preparar su desayuno mortal, como la última cena.Miró hacia la puerta y aguzó el oído, él seguía en la cama y había prendido la tele.Abrió la despensa más elevada y apartó los frascos de legumbres, sal y azúcar.Siempre vigilando su espalda, ese viejo era muy inteligente. Al final, sustrajo un sobrecito blanco, hecho de un retazo de hoja de papel, escondido en una esquina de la madera del mueble.Aquí estaba el veneno que le daría, la medicina que él tomaba para pararse la mini polla flácida esa que tenía, un potenciador sexual.Él tenía mucho control sobre esas pastillas, nunca las dejaba a su alcance y siempre se guardaban bajo llave junto con su otra medicación de la hipertensión arterial.Valentina sabía muy bien que se cuidaba de ella, de que intentara hacer justo lo que iba a tramar ahora, pero olvidaba deshacerse de los restos de polvillos que dejaba en baño, al aplastar la pastilla.Durante meses lo rec
— Fabio, vamos, ¿seguro que no quieres ver nacer a los bebés?— No, no, Stefano, yo… tengo miedo de que algo suceda, de verla sufrir, ¿y si hay complicaciones?, ¿qué coño hago? ¿Saco la pistola y le disparo a todos?— Mira que eres bruto hombre – Stefano suspiró.— Entra tú que estás mejor de la cabeza y apóyala, ¿sí?, transmítele paz porque te juro que estoy al borde del colapso.Stefano miró a su hermano, que era capaz de enfrentarse a situaciones de vida o muerte, estresantes, tomando la mejor decisión y la más eficaz al momento, sin embargo, no podía acompañar a su mujer a parir.¡Él también se estaba muriendo de los nervios, joder!— Bien, veré a nuestros hijos primero, te lo vas a perder – le dijo dando media vuelta.Ya lo llamaban para vestirse y prepararse para entrar al quirófano especializado, donde la cesárea se llevaría a cabo.— Stefano – lo detuvo tomándolo por el hombro, sus dedos apretados temblaban – cuídala, no dejes que nada le suceda, cuídalos a los tres, por favor
Último capítulo