CAPÍTULO 3: HUELLAS

Maddison

Han pasado tres semanas desde aquella noche. Tres semanas desde que Derek me obligó a recordar con su cuerpo todo lo que él niega con sus palabras.

No he respondido sus llamadas ni sus mensajes. No he vuelto a cruzar palabra con él en la oficina más allá de lo estrictamente profesional, y aun así... él me mira. Me observa como si no soportara que lo ignore. A veces pasa junto a mi escritorio y deja caer sobre mí esa mirada gélida que me recorre como un látigo. Otras, simplemente se encierra en su despacho y me hace llamarlo por interno solo para oírme decir: “¿en qué puedo ayudarte, señor Kingsley?”.

Y aunque intento parecer fuerte, cada noche llego a casa y me deshago.

Me siento vacía, usada, ridícula. Fui solo eso: un cuerpo disponible, un secreto conveniente.

Y lo peor… es que aún lo deseo.

Pero hoy algo es distinto.

Camino hacia la estación del metro sintiendo una presión extraña en el pecho, como si el aire no fluyera bien. Me mareo, el ruido de la ciudad me golpea con fuerza. Trato de mantenerme en pie, de concentrarme, pero mis piernas ceden.

Todo se vuelve negro.

Despierto con la voz de mi mejor amiga, Claire, llamándome por mi nombre como si hubiera gritado varias veces antes. Estamos en la sala de espera de una clínica, y su expresión es de puro susto y preocupación.

—¿Qué diablos te pasa, Mads? —pregunta con el ceño fruncido—. Te desmayaste, tienes la piel pálida como papel.

—Estoy bien… solo fue el calor —miento, pero mi voz tiembla.

Claire no me cree, nunca lo hace, siempre me lee con una facilidad odiosa.

—Te he visto arrastrarte a la oficina como zombie desde hace semanas. Lloras sin que yo te diga nada y ahora esto. Vamos a entrar con el médico y no me vas a decir que “es estrés”. ¿Me oíste?

No tengo fuerzas para discutir, así que asiento.

La consulta es rápida. El doctor pregunta, revisa, escucha. Me toma el pulso y me hace unas preguntas de rutina, también me ve a los ojos cuando pregunta:

—¿Tuviste retrasos en tu menstruación?

Parpadeo.

Claire me mira y yo también la miro.

«Maldición, no puede ser». No quería admitirlo frente a mi amiga, pero no me queda más opción.

El doctor ordena un análisis de sangre. El reloj avanza, pero mi mundo ya se detuvo antes de que él regrese con los resultados.

—Felicidades, Maddison. Estás embarazada. De unas siete semanas, por lo que calculamos.

El corazón me da un vuelco. Un latigazo.

Siete semanas, siete…

Mi mundo se parte en dos. Salgo del consultorio con los papeles en la mano, Claire me mira en silencio, esperando que yo diga algo, cualquier cosa, pero no puedo.

¿Cómo se le explica a alguien que acabas de quedar unida para siempre al hombre que nunca te eligió?

El tren de pensamientos no se detiene. Siento náuseas, pero ya no sé si son por el embarazo o por el miedo. El miedo de que Derek jamás me vea como más que un secreto. El miedo de criar un hijo que va a preguntar por qué papá no vive con nosotros, por qué papá se casó con otra mujer.

Porque sí. Derek se va a casar con Vanessa, la perfecta, rica, poderosa y conveniente Vanessa Beaumont.

—¿Y bien? ¿No me vas a decir nada? No sabía que tenías novio —dice Claire cuando llegamos a mi departamento.

Me dejo caer sobre el sofá, creo que estoy en estado de shock.

—No lo tengo —susurro.

Claire se sienta a mi lado, ella también esta impactada, pero no de la misma forma que yo.

—¿Fue una noche de copas? No me digas que no sabes quién es…

—Sí sé quién es.

—Mads, me estás matando, por favor.

—Lo siento Claire, lamento no habértelo dicho antes, es que… no me enorgullece.

—Ya deja de dar vueltas, por favor —me suplica.

Suspiro y entonces le cuento la verdad.

—Mi jefe y yo… somos amantes —admito. Ella abre los ojos hasta el límite y suelta un jadeo ahogado—. Empezó hace dos años, casi al mismo tiempo que entré a trabajar en su empresa. Sé que fui una tonta al creer que podríamos ser algo real, pero Derek… —vuelvo a suspirar—… me enamoré de él, como una tonta.

—No puedo creerlo, entonces ese bebé que esperas es…

Ella deja la frase en el aire, pero ambas sabemos lo que significa. Antes de seguir hablando noto la correspondencia sobre la mesa, ni siquiera noté cuando Claire la arrojó ahí. Un sobre llama mi atención.

Lo tomo entre mis dedos y mi corazón vuelve a detenerse…

“Kingsley & Beaumont – Invitación formal”

Mis dedos tiemblan al abrir el sobre que tiene un diseño elegante, sobrio.

sábado, 15 de abril.

En una semana…. en siete días, Derek Kingsley se convertirá en esposo de otra mujer. Y yo… yo voy a convertirme en madre de su hijo.

Me tapo la boca con la mano para no gritar.

Todo dentro de mí quiere correr lejos, escapar de este desastre, de esta vergüenza. Porque sé exactamente lo que haría él si se lo dijera: no se detendría, no se casaría conmigo.

—¿Vas a decírselo? —pregunta Claire, rompiendo el silencio.

—No. Él no puede saberlo nunca.

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