Berlín, Alemania
ViktorEl saco cuelga frente a mí, temblando por el último golpe. Mi respiración es pesada e irregular, como si hubiera corrido una maratón cuesta arriba cargando una tonelada de piedras en el pecho.
No es por el ejercicio. Es ella. Emilia. De nuevo y no creo que ese hecho cambie.
La golpeo otra vez. Con la derecha, después con la izquierda. Luego un gancho seco al centro. Cada puñetazo lleva su nombre, sus ojos, su maldita boca diciéndome que no era su intención.
Intención.
Qué jodida palabra tan elegant