—Por favor… no quiero esto… no puedo tenerlo…
La doctora suspiró y revisó su pantalla.
—Hija… no puedes abortar. —Margaret la miró sin entender—. Tu embarazo está atado a tu vida por la gracia de Selene, diosa de los licántropos. Tu cuerpo y el feto comparten un vínculo lunar. Si lo pierdes… morirás. Esto solo durará unos meses. Debes soportarlo. Ya si no quieres a la criatura al nacer puedes darlo en adopción.
Margaret sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Sus lágrimas cayeron sin control.
—¿Por qué…? —gimió— ¿Por qué la luna permite esto? ¡Es producto de una violación!
La doctora la miró con compasión, pero con frialdad profesional.
—La luna no distingue pecado de destino. Solo cumple su ciclo. —escribió algo y le entregó unas recetas—. Te veré en dos semanas para un seguimiento. Te recomiendo ver a una psicóloga clínica.
Margaret sacudió la cabeza con rabia.
—No necesito psicólogas.
Salió del consultorio secándose las lágrimas. Mientras caminaba a la salida, vio a Kaise