Narrador Omnisciente
Un par de semanas habían pasado desde que Damián le había pedido matrimonio a Amelie. Todo el mundo ya lo sabía, pues en medio de las invitaciones hechas, la información se había filtrado a los medios de comunicación y era evidente que Lorenzo y Rosalía también estaban enterados.
—¡Maldita sea! ¿Cómo es posible que todavía no hagamos nada en contra de esos malditos? —Rosalía rebuznó, azotando el periódico contra la mesa.
Lorenzo estaba bebiendo una copa de trago frente a la ventana y esbozó un suspiro largo.
—Es el momento perfecto, lo que estábamos esperando, mi querida sobrina.
—¡No me llames así! —bufó Rosalía, furiosa.
—Me excita decirte de esa manera, aunque sé que no lo eres, pero como te decía, es el mejor momento, porque simplemente, haremos que una maldita bomba estalle en la recepción de ese matrimonio y acabe con absolutamente todo el mundo, especialmente con Amelie y con Damián, ¡ese perro! Maldito perro, que se quedó con todo lo que habíamos trabajado