Amelie Manson
Damián no quiso esperar mucho tiempo para que nos casáramos, y lo entendía a la perfección, yo también estaba anhelando ese momento lo más pronto que se pudiera. Solamente restaban dos días para el matrimonio, solamente dos, y mis nervios estaban colapsando.
—Preciosa, deja de dar tantas vueltas que me estás mareando —Damián me dijo mientras arrullaba a nuestro hijo.
—¿Tú crees que sí funcione? Es que no lo sé, es tan poco tiempo para casarnos, que no estoy completamente segura.
—Sí, sí va a funcionar. Ya sé que la regla directa es que yo te obedezca. —Sonrió burlón, y me sonrojé.
—¡Pues qué bueno que lo tienes claro! Pero hay algo que realmente me preocupa… —me torcí los dedos.
—A ver, amor, ¿qué es lo que tanto te preocupa? —su tono sonaba divertido, disfrutando de mis nervios, siempre lo había hecho, aunque odiaba eso, también lo amaba, me hacía sentir importante.
—Pues que simplemente faltan dos días y siento que la organización de la ceremonia fue muy improvisada.