Finalmente, me casé con el señor Feldman. Me tomó de la mano, radiante de felicidad, ajeno a las miradas o comentarios que pudiera provocar entre los asistentes.No hubo celebración. Me condujo directamente al auto, donde Eder ya nos esperaba. Subí primero, seguida por él, que cerró la puerta con decisión.—Vamos a celebrar nuestra noche de bodas, mi querida Amelie.Los nervios me traicionaban. Mis manos temblaban tanto que sentía que iban a desprenderse de mis muñecas. Aún podía echarme atrás. Tal vez la cárcel no fuera tan terrible comparada con lo que me esperaba esa noche. Pero pensaba en Danna y Hanna, mis hermanas, apenas adolescentes, y en mi madre, demasiado mayor para trabajar. Ellas dependían de la compañía... y de mi sacrificio.—Cla… Claro —respondí, con la voz temblorosa.Él miraba por la ventana, sonriendo satisfecho, mientras yo me consumía por dentro. No era su edad lo que me perturbaba. Todos envejecemos. Era la idea de sus manos sobre mi cuerpo, de ser poseída por él
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