Damián Feldman
Aunque había tratado de desconectarme por completo del exterior mientras disfrutaba de mis días con Amelie y mi hijo, fue inevitable que las malas noticias no me alcanzaran hasta en donde estaba.
Estábamos comiendo en el restaurante, cuando de repente, todos los empleados se quedaron viendo hacia los televisores del lugar y subieron el volumen de las noticias, captando también nuestra atención.
Solté los cubiertos y fijé mi mirada en el anunciado:
«Tragedia en Feldman Corporated, una bomba explotó en la mañana de este jueves…»
Amelie me miró, y se levantó de la mesa desesperada. Un pito ensordecedor me atravesó los oídos.
—Damián, es la compañía. —Ella murmuró y yo ni siquiera pude escucharla muy bien.
Traté de recobrar el aire y lo primero que hice fue sacar mi teléfono y encenderlo. Enseguida, marqué el número de Samuel, y a los dos timbres me contestó.
—Amigo, ¿en dónde estás? —preguntó con la voz quebrada.
—¿Qué mierdas pasó, Samuel? Estoy viendo los titulares de