A la velocidad de la luz prepararon un documento que consistía en hacer que Eros le cediera gran parte de su fortuna.
A la vista de cualquier abogado, aquello pasaría a ser “una prueba de amor” y no un robo sin pistola. O al menos, eso fue lo que le dijeron, mientras le entregaban una carpeta con un bolígrafo.
—Encárgate de qué firme hoy mismo —se escuchó la voz de Mauricio antes de que Luciana le lanzara una mirada de advertencia.
—No importa si te toma más tiempo, cariño. Lo único importante es que firme —tomó sus manos entre las suyas y le apretó suavemente en un gesto que bien podría pasar como reconfortante, pero que no se sentía así especialmente.
Asintió, tratando de decirse a sí misma que esto era lo correcto.
El tiempo en la mansión Visconti había pasado volando, así que se apresuró al percatarse de que comenzaba a anochecer.
—Nos vemos —se despidió con un gesto de la mano.
Cuando regresó a la mansión Dietrich, gran parte del personal estaba alborotado en el ve