Un sonrojo pareció apoderarse de sus mejillas y cuello a medida que su esposo escaneaba su cuerpo con lentitud.
Hacer esto había sido una idea completamente improvisada.
Tenía nervios.
Temor al rechazo.
Y otros sentimientos encontrados que no podía describir con exactitud.
Había elegido un conjunto de babydoll negro de tres piezas. Era muy sensual y sugerente. Y… lo había elegido solo para él.
—Lo compré hoy —murmuró bajito, llevando su mirada al suelo, incapaz de soportar por un segundo más el peso de sus orbes azuladas.
—¿Para mí? —la pregunta surgió de una voz ronca.
—Sí —asintió con cierta vergüenza.
Lo había comprado para él y eso era lo que él deseaba escuchar. Así que se lo diría. Quería que supiera que esta vez todo se trataba sobre él, no sobre nadie más.
—¿Por qué?
Ella volvió a mirarlo con el ceño un poco fruncido.
—¿Por qué? —repitió lo que él acababa de preguntar.
—Sí, ¿por qué? —insistió, como si fuera importante, que diera un poco más de explicación. Se suponía qu