—¡Zoe, tienes que ver esto! —gritó Verona desde la sala de comando.
Salí envuelta apenas en la sábana, aún con el sabor de Dante en la boca y la piel marcada por su hambre. Él venía detrás, a medio vestir, con el torso desnudo y la pistola en mano, como un dios de guerra arrastrado al presente por la furia. Aún olía a sexo, a sangre seca y a promesa rota.
La pantalla proyectaba mi cara. Pero no era yo. Era una versión de mí, monstruosa, cruel, imposible. Un video falso, generado con IA, donde aparecía ejecutando a sangre fría a tres científicos desarmados. Una tras otra, las balas atravesaban cuerpos indefensos, mientras mi rostro —el de esa versión fabricada— permanecía impasible, inhumano.
Debajo, en rojo:
“ZOE KNIGHT — CRIMINAL DE GUERRA DIGITAL. SE OFRECE RECOMPENSA MILLONARIA POR SU CAPTURA.”
—Esto no pasó —susurré, sintiendo náuseas.
—Lo sabemos —dijo Verona—. El metraje fue generado por IA, pero está tan bien hecho que… yo misma dudé por un segundo.
Dante apretó los dientes. E