A veces, el destino se divierte enredando los hilos de sus marionetas por mero capricho. El escenario se viste de rojo y los protagonistas danzan al son del deseo y la incertidumbre, sin saber que cada nuevo giro puede ser fatal. Rosanna parecía tener la vida perfecta: casada con el exitoso empresario Rubén Salazar, con una hija encantadora y rodeada de lujos. Sin embargo, la monotonía y el hastío se apoderan de ella, llevándola a encontrar consuelo en los brazos de un peligroso y sensual motociclista ligado al bajo mundo. Cuando siente que ya no puede soportar la prisión de su matrimonio, descubre la existencia de una mujer idéntica a ella y un plan macabro comienza a tejerse en su mente para obtener su ansiada libertad. Rubén es un hombre astuto que ha logrado ocultar su verdadera identidad como el jefe de la mafia de Salento, incluso de su propia esposa. No puede ignorar las crecientes sospechas ante los cambios en el comportamiento de Rosanna. La hermosa mujer que comparte su cama ya no parece ser la misma con la que se casó. Rosalin, una maestra que vive una vida tranquila y sencilla, no tiene idea de que su mundo está a punto de colapsar. Pronto se verá atrapada en una guerra que no le pertenece, pero de la que no podrá escapar si quiere proteger a quienes ama. La verdad caerá como una avalancha imparable que los arrasará a los tres y amenazará con destruirlo todo. Rubén deberá elegir a quién prefiere durmiendo a su lado, descubrir a quién ama de verdad y decidir por quién está dispuesto a luchar.
Leer másTodo fue incluso mejor cuando escuchó esa voz melodiosa pronunciando un “señor Salazar”, un sonido que le recorrió el cuerpo como un escalofrío eléctrico y lo estremeció en lo más profundo, en especial cierta parte entre sus piernas. Las miradas furtivas, las sonrisas tímidas y los sutiles sonrojos de la chica eran la cereza del pastel. Rubén no podía apartar los ojos de ella ni por un segundo.Olivia lo observaba con atención. En verdad esperaba tener una larga e intensa charla con él cuando la reunión terminara. Su hijo solía rechazar sin miramientos a todas las candidatas que ella le escogía. Pero si algo tenía claro Rubén, era que no quería pasar el resto de su vida durmiendo con una muñeca fría y acartonada incapaz de complacerlo.Rosanna parecía ser todo lo contrario. O al menos eso pensaba él, cuando la veía sonreír dulcemente y asentir a todo lo que su madre decía, sentada como una dama y con una taza de té perfectamente sostenida en sus delicados dedos, haciendo gala de sus r
Luego de dar órdenes para que el grupo de élite se quedara al cuidado de su esposa, y tras amenazarlos con asesinar hasta al primo más lejano si permitían que algo le sucediera, Rubén se subió a una camioneta y manejó por su cuenta de regreso a la bodega, donde Sergio le había informado que el equipo de investigación ya había terminado y ahora todo ardía en llamas para eliminar cualquier rastro de su presencia.Mientras conducía aferrado al volante con tanta fuerza que se le blanquearon los nudillos, recordó inevitablemente la primera vez que vio a Rosanna, siete años atrás, cuando ella era apenas una jovencita de diecinueve años.Él iba con demasiada prisa porque acababa de recibir una llamada con información crucial para un operativo que tenían entre manos y debían actuar contra reloj. El semáforo cambió a amarillo y apuró al conductor para que avanzara; sin embargo, un par de jovencitas se les atravesaron en el camino y el pobre Tomás apenas alcanzó a frenar antes de atropellarlas.
Tal como le había dicho Sergio, en el estacionamiento los esperaban médicos y enfermeras listos para atender a Rosanna. Rubén saludó con un asentimiento a la doctora Méndez, quien le respondió de la misma manera. Ella estaba acostumbrada a recibir a algunos de sus hombres heridos y tenían un trato al respecto; sin embargo, en esta oportunidad la paciente era demasiado importante.La doctora no alcanzó a disimular su expresión horrorizada al observar las lesiones evidentes y asumir, debido a su experiencia, aquellas internas que requerirían más atención.—Es mi esposa, Liliana.Rubén lo dijo entre dientes, su voz era apenas un susurro, más letal y peligroso que si estuviera gritando a todo pulmón. Esa corta oración contenía un peso tan grande que la pobre mujer cerró los ojos y suspiró. Eso era prácticamente una sentencia de muerte; si la paciente moría, probablemente todos en ese hospital lo harían también.—La atenderemos bien, señor Salazar. Le avisaré sobre su estado en cuanto pued
Leiva, 11 de septiembre de 2018.Las ruedas de las camionetas chirriaron contra el pavimento al frenar, rompiendo el silencio de la noche.Sin demora, docenas de hombres bajaron de los vehículos de un salto y corrieron alrededor, tomando posiciones. Era un pequeño ejército de soldados armados y listos para actuar. Las órdenes fueron silenciosas: gestos con las manos y susurros por los intercomunicadores que les indicaban exactamente qué hacer.No se percibía ningún sonido en el interior de la bodega y el comandante de ese operativo podía sentir el terror helado invadiendo sus venas. Aunque su semblante duro y el ceño fruncido no dejaban traslucir su pánico, en su interior, Rubén se derrumbaba a cada segundo con el terrible presentimiento de que ya era demasiado tarde para salvar a su esposa.Una enorme puerta oxidada y corroída era lo único que lo separaba de un reencuentro o del peor hallazgo de su vida. Incluso cuando quería sentarse y respirar un poco para calmar la ansiedad que lo