Definitivamente se notaba la buena intención… y también lo mucho que había cambiado la actitud de Victoria.
—¿Luciana? ¿Por qué te quedas ahí parada? —le dijo Victoria con una sonrisa, invitándola a sentarse y acercándole un tazón—. ¿No tienes hambre? ¡Come, come!
—Señora Domínguez… —respondió Luciana con un matiz de incomodidad—. En realidad, no hacía falta. Yo iba a comer en la cafetería.
—¿La cafetería? —repitió Victoria con sorpresa, como si fuera algo inaceptable—. ¿Cómo se te ocurre? Estás embarazada y necesitas buena nutrición.
No sabía si lo hacía a propósito o no, pero Victoria añadió:
—¿Acaso el señor Guzmán no se encarga de eso?
«¿Por qué tendría que hacerlo?», pensó Luciana, encogiéndose de hombros. Al final, contestó con sencillez:
—No, nunca ha sido así.
—Ah. —Victoria dejó escapar un suspiro—. Bueno, me imagino que estará muy ocupado, quizá no es tan detallista… ocurre.
Luciana no supo qué responder y guardó silencio. En realidad, la comida del hospital no era tan mala.