Al principio, Luciana no pensaba volver a hacer boda.
Sentía que, después de todo lo vivido, con el acta de matrimonio y la familia unida alcanzaba.
Pero en cuanto dejó el tema en manos de Lucy, y se sumó Enzo, la cosa cambió. Los dos cargaban con la culpa de no haber estado en la vida de su hija durante tantos años; con una oportunidad así enfrente, ¿cómo no iban a querer desquitarse y consentirla a lo grande?
De paso, medio año antes Enzo ya se había divorciado legalmente de Isabel. Al día siguiente, se presentó en el registro civil con Lucy del brazo y salieron de ahí como marido y mujer de verdad.
Dos décadas largas de enredo, por fin habían llegado a algún lugar.
Al menos para ellos, era un final feliz.
La boda de Enzo y Lucy fue un escándalo de grande: toda la crema y nata de Canadá que pudo ir, fue. Enzo por fin se dio el lujo de sacar pecho y casarse con la mujer que había amado desde joven, dejándola al fin pararse a su lado con todos los honores.
Luciana y Alejandro pidieron