“¿Pero de qué habla?”
Luciana no daba crédito: un par de frases y él ya se había imaginado toda una novela.
—¡Estás loco! —protestó—. Apenas lo conocí y no intercambiamos ni diez frases, ¡Alejandro! —El abrazo se cerró con más fuerza; el aire le faltó—. ¡Suéltame, te vas a pasar!
—¿Diez frases? —se burló él—. ¿Te parecen pocas?
Antes de que ella pudiera replicar le rodeó la cintura y, sin contemplaciones, la arrastró por la cubierta rumbo a los camarotes de popa.
Las miradas se clavaron en la pareja; Luciana se escondió contra su pecho, aferrada a la solapa.
—¿A dónde me llevas? ¡Nos está viendo todo el mundo! —murmuró con rabia.
¿Y Juana? Hacía unas horas él mismo la había presentado como futura prometida.
—Vaya, qué previsora —respondió Alejandro, helado—. Para un “ligue” te preocupas demasiado. Ocúpate de lo que importa: hacerme feliz. —Le levantó el mentón—. Y hoy, te aseguro que no lo lograste.
—¿Qué hice yo? —explotó ella al cruzar el umbral del camarote.
Sin darle tiempo, Alejan