Marcos se reclina en el sofá, pasando una mano por su rostro con evidente cansancio. Sus ojos se fijaron en Ana con una mezcla de sorpresa y alivio cuando ella mencionó su viaje.
—Bien, ve con cuidado y me mantienes informado—responde, cruzando los brazos—. Cuidaré a Laura, no te preocupes.
Ana mantuvo su expresión serena, aunque por dentro su corazón latía con fuerza.
«La cuidará».
Ya sabía lo que eso significaba. Marcos no iba a dejar que Laura tuviera ese bebé o se rendiría a su encanto. Lo que Ana no sabía era que su esposo ya había tomado una decisión mucho más oscura. No tiene idea d elo dominante y obsesionado que puede ser ese lobo alfa.
—Perfecto —dijo con una leve sonrisa—. Me ayudaría mucho saber que la cuidas mientras no esté. Y debes regar mis plantas.
Se inclina y le da un rápido beso en la mejilla antes de girarse y dirigirse hacia la habitación de los niños. Tenía cosas más importantes que hacer antes de salir de esa casa.
Marcos observa cómo Ana se aleja, pero en su m