Las primeras cuarenta y ocho horas transcurrieron en una habitación que olía a desinfectante y miedo contenido.
Cassandra miraba el techo. Contaba las grietas en el yeso. Treinta y siete. Las había memorizado durante la primera noche, cuando el sueño era imposible y los monitores pitaban con cada latido de sus gemelos.
El sangrado se detuvo después de catorce horas.
La Doctora Fuentes revisaba los ultrasonidos cada seis horas como si pudieran cambiar entre visitas. Gemelo A estable. Gemelo B mejorando gradualmente. El flujo sanguíneo en el cordón umbilical seguía reducido, pero ya no empeoraba.
—Buenas noticias —dijo la doctora en su tercera visita—. Los bebés están respondiendo al reposo.
—¿Puedo irme a casa?
—Puede. Pero necesito que entienda algo.
La doctora se sentó en la silla junto a la cama. Nunca era buena señal cuando los médicos se sentaban.
—Su embarazo es viable. Los gemelos tienen oportunidad real de sobrevivir. Pero solo si hace reposo absoluto hasta el parto.
—Define ab