La piscina interior de la mansión Blackwood era impresionante: azulejos de mármol italiano, iluminación submarina que creaba un resplandor azul etéreo, y grandes ventanales que ofrecían vista a los jardines privados. El agua estaba perfectamente tibia, invitando. —No tengo traje de baño —murmuró Cassandra, súbitamente consciente de lo que esto podría implicar. Sebastián la miró con una intensidad que hizo que el aire entre ellos se sintiera cargado de electricidad. Sin apartar la vista de ella, comenzó a desabrocharse la camisa. El mensaje era claro. Cassandra sintió que su respiración se entrecortaba mientras observaba cómo la camisa caía al suelo, revelando el torso que ya había vislumbrado esa mañana, pero ahora sin la barrera de la incomodidad entre ellos. Con dedos temblorosos por la anticipación, Cassandra tomó el borde de su blusa de seda. Sebastián se detuvo, su mirada fija en ella, esperando. Cuando ella se deshizo de la prenda, el aire fresco de la piscina acarició su
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