20: jugando con fuego.

Noah estaba distante, y yo moría por hablar con él sobre ese tema. Pero por su rostro, ya sabía la respuesta.

En el jardín, mientras desayunaba, él se acercó, me entregó un sobre y se alejó sin decir nada más.

—¿Qué es esto? —pregunté, levantando la vista.

—El señor Salvatore me ha pedido que se lo entregue.

Abrí el sobre. Mientras leía, no entendía nada. Eran escrituras a mi nombre de alguna propiedad.

—Creo que el señor Salvatore la quiere mucho —dijo Noah con una expresión seria.

Dejé los papeles a un lado y continué desayunando. A mí las cosas materiales no me importaban, y menos si venían de él.

—Quiero irme de aquí —susurré.

—aquí está bien, señora —respondió. No pude evitar fruncir el ceño.

—¿De verdad? —pregunté con sarcasmo.

Noah hizo un gesto con el dedo, señalando mi celular sobre la mesa. Algo en mi mente hizo clic.

Valentino me estaba espiando. ¡Hijo de puta!

Me levanté lentamente, alejándome de la mesa donde estaba el teléfono. Caminé hacia Noah; él me regaló una media s
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