118: Cuentas por saldar.
Ginevra actuaba como si nada hubiera pasado. Como si yo siguiera siendo el mismo hombre. Como si no estuviera roto, incompleto, convertido en una sombra de lo que fui. Intentaba estar a mi lado todo el tiempo, hablarme, cuidarme, tocarme… y yo no sabía qué hacer con eso. No sabía si disfrutarlo o rechazarlo. Lo intentaba, pero era imposible ignorar el pensamiento que me devoraba día y noche: está aquí por lástima.
Sus ojos brillaban cada vez que me miraba, pero no podía creerlo. ¿Cómo podría quererme alguien así, en este estado? Era más sencillo convencerme de que se obligaba a quedarse. Que lo hacía por los niños. O para no cargar con la culpa.
Aun así… tener a mis hijos cerca me daba una extraña calma. No compartía mucho con ellos; a veces solo los observaba desde la distancia, sin atreverme a tocarlos. Pero verlos respirar, ver sus pequeños movimientos… me llenaba el pecho. Aunque también me apuñalaba pensar que quizá terminarían como yo. Envueltos en la misma oscuridad. Marcados