[Ginevra] Me quedé sentada en la cama de esa habitación, mirando al vacío, tratando de pensar qué hacer. La desesperación me estaba llevando al borde de la locura. Entonces, al mirar hacia un lado, lo vi: un teléfono sobre la mesita de noche. Me congelé. Miré a mi alrededor, conteniendo la respiración. Luego me acerqué lentamente al aparato, arrastrándome, con el corazón en la garganta y una esperanza temblorosa brotando dentro de mí. Rogaba que estuviera conectado. Lo levanté con manos temblorosas y lo acerqué a mi oído. Un pitido. Casi lloré de alivio. No lo dudé. Marqué el número de Ethan. Solo quería saber si estaba bien, si seguía vivo, si no le habían hecho daño. Y entonces, atendió. —¿Mi amor? ¿Estás bien? —le pregunté con la voz quebrada. Hubo un momento de silencio, y luego lo escuché sollozar. Me lanzó una avalancha de preguntas: dónde estaba, qué había pasado, quién me tenía. —Estoy en Italia… en Nápoles. Por favor, llama a la policía —le supliqué. Me p
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