19: Alguien tenía que pagar.
[Ginevra]
Al llegar a la casa de Valentino, el coche se detuvo justo frente a la entrada. Noah bajó primero, abrió mi puerta y de inmediato noté que algo no estaba bien. Había demasiados hombres vigilando, más de lo habitual. La tensión flotaba en el aire como una tormenta a punto de estallar. En la entrada, de pie como una sombra imponente, estaba el padre de Valentino. A su lado, un hombre con el rostro desencajado, pálido, los ojos llenos de una furia contenida que parecía a punto de romperse en llanto o en violencia. Cuando me miró, sentí un odio tan feroz que me atravesó la piel. Me obligó a apartar la mirada. Me estremecí.
Noah me ayudó a bajar del coche y me acomodó en la silla de ruedas.
—¿Qué está pasando? —le pregunté, con el corazón apretado por una sospecha muda.
—Hombres importantes están aquí hoy —respondió con una serenidad inquietante.
Me empujó hacia la puerta. El padre de Valentino me esperaba ahí, su mirada clavada en mí con una intensidad incómoda.
—Qué bueno