116: El alma se parte en dos.

Me dieron el alta esta mañana.

Debería sentir alivio. Libertad. Algo.

Pero lo único que siento es… nada.

Dos hombres entran y me levantan con cuidado para sentarme en la silla de ruedas. Es la primera vez que lo hacen. La primera vez que ya no tengo el control de mi propio cuerpo. La primera vez que dependo de otros para moverme.

La primera vez que me doy cuenta de que este es mi mundo ahora.

Y se siente como una humillación.

—Listo —dice uno de ellos.

Asiento, frío, inexpresivo, como si esta postura no me matara por dentro. Soy el líder. Ellos no pueden verme temblar. No pueden ver mi rabia, ni mi impotencia.

Aprieto los dedos contra los apoyabrazos. Quisiera romper algo. Gritar. Patear. Pero mis piernas… mis piernas son cadáveres pegados a mí.

Respiro hondo.

No voy a mostrar debilidad.

Jamás.

La puerta se abre y mi padre entra primero. Su sombra sigue siendo la de un rey. Detrás viene mi madre, con esa mirada que siempre intenta ocultar la dureza detrás de una falsa calma.

—Los tene
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