109:Los muertos vuelven de su tumba.

El silencio se hizo insoportable. Las enfermeras iban y venían, sin decir palabra, moviéndose con precisión mecánica.

Las observé con cuidado. Una era joven, de cabello recogido y mirada temerosa. La otra, mayor, tenía un rostro severo, acostumbrado a obedecer órdenes sin preguntar. Sus ojos evitaban los míos, pero sabía que me observaban, que vigilaban cada movimiento.

Esperé.

Paciencia, respiración lenta, como si siguiera débil.

Cuando salieron de la habitación, supe que era el momento.

Arranqué la aguja del brazo con un tirón. Sentí el ardor de la piel, la sangre corriendo por la herida, pero no importó.

Me incorporé despacio, con el cuerpo protestando en cada movimiento. El suelo parecía moverse, el dolor se extendía como fuego, pero me obligué a seguir.

Abrí el clóset. Dentro encontré una pequeña maleta beige. La coloqué sobre la cama y metí un par de prendas al azar.

Luego, con el corazón en la garganta, tomé a Enzo de la cuna.

Su respiración era suave, su peso me anclaba a la r
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