Alba
Siento que la noche se escapa de mis manos como arena entre mis dedos. Giulia solo ha necesitado unos minutos para reorganizar la sala a su alrededor. Su voz cubre las conversaciones, su risa resuena más fuerte que la música, y los hombres, al igual que las mujeres, giran la cabeza cuando ella pasa.
Es demasiado brillante. Demasiado ruidosa. Pero nadie se lo reprocha. Por el contrario, hipnotiza, y tengo la sensación de estar frente a una funambulista que cruza una cuerda floja… excepto que la cuerda somos nosotros.
Mantengo mi sonrisa educada. Mi copa de vino permanece frente a mí, casi intacta. Mis dedos acarician el pie del vaso, como si buscara un anclaje. Pero mi vientre es una tormenta.
Entonces, la veo cambiar de trayectoria. Sus pasos la llevan directamente hacia nosotros. Hacia Sandro.
No apresura el paso. Avanza como quien entra en escena, consciente de que cada mirada ya está fijada en sus caderas, en sus rizos castaños, en el brillo escarlata de su vestido.
Se detiene