Alba
La música se vuelve más suave, casi ahogada por las conversaciones que estallan en pequeños círculos, como hogares secretos. Risas, murmullos cautelosos, el tintineo de las copas. Me fusiono en este decorado, una sonrisa ligera congelada en los labios, pero mi vientre es un mar agitado.
El perfume del incienso y del vino flota en el aire, mezclándose con las risas amortiguadas. Las miradas no dejan de posarse en mí, algunas admirativas, otras calculadas. Hago como si no viera. Juego mi papel.
Y entonces, la puerta se abre.
El silencio cae como una hoja. Las conversaciones se interrumpen. Todas las miradas convergen hacia la entrada.
Dos siluetas.
Primero Matteo, leal brazo derecho de Sandro, figura cuadrada, traje negro, expresión severa. Luego, detrás de él, una visión inesperada: una joven, toda en movimiento, como una llama impredecible.
Su vestido rojo atrapa la luz, sus bucles castaños bailan con cada uno de sus pasos. Sus ojos brillan con un destello juguetón, como si disfr