Alba
Lo odio.
Cada vez que sus manos me tocan, recuerdo por qué debería rechazarlo. Cada escalofrío que provoca su aliento es una traición de mi propio cuerpo. Él es esa tormenta que nunca quise acoger. Ese hombre del que debería huir. Ese monstruo que quisiera destruir.
Pero lo dejo hacer.
Lo dejo encenderme.
Lo dejo encerrarme entre sus brazos como si tuviera mi lugar allí.
Como si fuera de él.
Y eso me desagrada casi tanto como me consume.
Mi corazón late demasiado fuerte. No por amor. No por debilidad. Por rabia. Por terror de lo que hace nacer en mí. De lo que despierta, una y otra vez, como una fiebre sin remedio.
No soy una cosa que se toma.
No soy una conquista.
No soy una debilidad que se puede domesticar.
Soy fuego.
Y quemo a aquellos que osan acercarse.
Así que cuando me susurra que soy suya, algo se rompe dentro de mí. O mejor dicho, algo grita. Un grito sordo, antiguo, hecho de todas las cadenas que me han impuesto. Mi padre. Mi pasado. Esta vida robada.
Y ahora, él. Sand