Alba
El trayecto hasta Ancona se hace sin una palabra.
Estoy sentada en la parte trasera del SUV blindado, a la izquierda de Sandro. A la derecha, Carlo. Dos muros. Dos lobos. El silencio entre nosotros es más denso que el asfalto que pasa bajo las ruedas.
El puerto se acerca.
Reconozco las calles. Los almacenes. Los muelles. He patrullado aquí. De civil. En misión. En infiltración. He caminado como una sombra entre las sombras, siempre con la sensación de estar por encima, en control.
Pero hoy, estoy al otro lado.
No arriba. No abajo.
Atrapada.
Y todo me quema.
— ¿Conoces el muelle 17? pregunta Sandro sin mirarme.
Su voz es baja. Cortante. Casi calma.
— Sí, respondo.
Podría mentir. Podría fingir ignorancia.
Pero él lo sabría.
Él ya lo sabe.
Él lo sabe todo. O casi todo.
Y espera a que ceda.
No quiere que pruebe mi inocencia. Quiere que me traicione a mí misma. Que ceda a esta sangre que niego, a esta parte que combato.
Pero aguantaré. Un poco más.
El SUV se detiene. Bajamos.
El puert