El primer rayo de sol se filtró por entre las cortinas pesadas, iluminando suavemente la habitación en penumbras. Elena despertó con un sobresalto, su cuerpo entero protestando con un dolor sordo que no lograba ubicar. Cada músculo ardía como si hubiera corrido kilómetros, y su piel sensible parecía recordar un contacto abrasador, demasiado intenso para ser un sueño. Movió apenas la cabeza y lo vio: el cuerpo desnudo de Darian, tendido a su lado, de espaldas, la respiración profunda, la espalda ancha subiendo y bajando con calma. Un gemido ahogado se escapó de su garganta, mezcla de impresión y vergüenza, porque en ese instante comprendió que no había sido una ilusión. Había estado con él.
Intentó incorporarse con torpeza, el corazón golpeándole con fuerza en el pecho, pero sus piernas apenas respondieron. El piso parecía moverse bajo sus pies, como si su propio cuerpo ya no le perteneciera del todo. Dio un paso tembloroso hacia el baño y, en ese instante, estuvo a punto de caer. Dos