Capítulo 8– Mi luna.
La habitación parecía más pequeña ahora, como si las paredes se hubieran acercado para contener el calor que ambos desprendían. El fuego de la chimenea crepitaba bajo, pero ya no era la fuente principal de luz: eran ellos. Sus cuerpos. El vínculo. La marca en el pecho de Oriana brillaba con un fulgor plateado que se filtraba a través de la tela fina de su camisón, y bajo la piel de Ilai latía la misma luz, respondiendo.
Él la tenía aún sentada a horcajadas sobre sus muslos, pero ya no bastaba.
Ilai la alzó con una sola mano en su cintura, como si no pesara nada, y la depositó sobre la mesa de roble. Los frascos de ungüentos tintinearon. Un cuenco cayó al suelo y se hizo añicos. Ninguno de los dos miró.
—Quítamelo —susurró Oriana, tirando del cordón de su propio camisón con dedos torpes.
Ilai no esperó. Con un movimiento rápido y preciso desgarró la tela desde el escote hasta el dobladillo. El aire frío rozó la piel desnuda de ella un segundo… y luego ya no hubo frío. Solo él. Sus ma