El regreso al hotel fue silencioso. La noche pesaba sobre sus hombros, y aunque la audiencia con el Consejo había terminado, las palabras de los ancianos aún resonaban en la cabeza de Elena. Se dejó caer sobre la cama, exhausta, mientras Darian se sentaba en el borde con los codos sobre las rodillas, mirando al suelo.
Nadie habló durante varios minutos. El silencio solo era interrumpido por el ritmo pausado de sus respiraciones. Finalmente, Elena rompió la quietud:
—Creen en ti. En nosotros —susurró—. Eso es lo importante.
Darian levantó la mirada y esbozó una sonrisa cansada.
—Sí… pero mañana sabremos el veredicto final. Y no sé qué tanto estén dispuestos a ceder.
Ella se acercó, apoyó la cabeza en su hombro y murmuró:
—Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos.
Esa noche durmieron abrazados, buscando consuelo en el calor mutuo.
***
La mañana siguiente, la tensión se respiraba en cada rincón del recinto del Consejo. Darian y Elena se presentaron nuevamente ante los ancianos, cuyos rost