Eva
—¡Al suelo! —grité mientras pateaba una silla contra el animal. Ágata levantó las manos. El aire chilló, se volvió una corriente cortante que empujó al lobo hacia la pared. El monstruo se sacudió, rugiendo, y destrozó un archivador con un zarpazo.
—Demonios... Si es posible, lo pusiste aún más molesto —dijo ella.
—No que antes nos quería abrazar… —solté. Y cuando volvió hecho una furia salté sobre su lomo y hundí los dedos en su carne. Me sacudió como una hoja de papel. Maldición. Ágata concentró el aire a su alrededor, l y lo estrelló contra una mesa. Un estante cayó sobre él.
—Eso no lo va a aguantar mucho tiempo —grité desde el suelo, escupiendo sangre—. ¡Hora de irnos!
Corrimos entre el caos, saltando sobre escombros y muebles rotos. Atrás, escuchamos al lobo que ya debía estar destrozando el escritorio y todo lo demás.
—Vamos, que quiero terminar hoy en mi cama, no desangrándome por un lobo con mal aliento —y solo de mencionar mi cama pensé en Cachorrito y en las promesas que