Julieta
—Estará todo bien, mi amor, todo estará perfectamente, murmuraba Damian una y otra vez, nervioso.
Había tenido unos meses perfectos, sin molestias; un embarazo de loba, así le decían. Sin embargo, mi mate estaba al borde de un colapso nervioso. La noticia de mi embarazo nos había caído como un balde de agua fría. Se suponía que íbamos a esperar un año como mínimo, y solo pasaron seis meses cuando empecé a sentir que había algo diferente. Agata seguía insistiendo en que ese fue el mensaje de la diosa. Ella, el Duque y la mayoría de los vampiros se habían tornado extremadamente creyentes. Se rumoreaba que mi hija sería la gran heredera, que los territorios serían reclamados, no solo por un alfa, sino por una pequeña fuerte que sumaría nuestros poderes y la fuerza de la ciudad y del ónix.
Para nosotros nuestra pequeña sería eso: nuestra niña. Nada más. Lo demás sería criarla con respeto y amor. La protección y seguridad comenzaron a ser un tema recurrente y, cuando sentí una leve