JulietaNo tengo forma de explicarles lo terrible que era la situación. Yo había pasado varias vergüenzas en mi vida, era tímida, no me gustaba llamar la atención, pero esto era otro nivel. No solo Damián me encontró con las manos en la masa, escuchando y espiando conversaciones ajenas de él… quien no solo era el jefe supremo al que todos rendían cuentas, sino que, además, yo había insistido en no relacionarme con él de ninguna manera.Lo odiaba. Si él iba a la derecha, yo me movía a la izquierda. Si él me decía algo, evitaba responderle. Por todo eso, él buscaba mandarme, decirme lo que tenía que hacer. Controlarme. Y lo odiaba aún más porque podía hacerlo, porque él mandaba en toda la ciudad, en la oficina, y lamentablemente en mi vida.Como si eso no fuera suficiente, yo estaba en el vestidor, a gatas, buscando mis lentes, medio cegata, con mi conjunto de ejercicio… sin apariencia de hacer ejercicio. Aunque espiar me estaba generando una angustia digna de considerarse un deporte ext
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