Capítulo 5:

Fernand Beaumont, había observado como Edmond Rohan había hablado con Juliette. Sus posesivos celos habían aflorado en su pecho, pues sabía que el Alfa solitario jamás se daba paseos casuales por sus galerías de arte…aquello era una declaración abierta para un nuevo conflicto.

— Veo que le ha gustado lo que se ha hecho aquí, me alegra saberlo. — dijo el apuesto hombre sorprendiendo a Juliette.

La joven artista desvió su mirada de la de aquel apuesto Beaumont, aun recordando con vergüenza su peculiar ofrecimiento.

— Lo siento, no me había percatado de que ya se encontraba aquí señor Beaumont. — se disculpó la joven.

Fernand se acercó hasta la joven artista, olfateando con disimulo alrededor de esta, el aroma de un hombre al que conocía bien y detestaba por completo, se sentía sobre la pintora que lo miraba con suma curiosidad. Tomando la delicada y pequeña mano de la joven, sintió desagrado al confirmar que una presencia ajena a la suya la había dejado marcada.

— No debería ser tan gentil con desconocidos, la he visto hablar con ese Rohan, no es un hombre confiable, alguien que siempre permanece solo puede tener mil secretos escondidos. — dijo Fernand con desdén.

Juliette no entendía la molestia de su benefactor, Rohan parecía ser bastante caballeroso y gentil si no pensaba en lo ocurrido en el aeropuerto.

— Lo lamento, pero no me ha parecido una mala persona, admira mi arte tanto como usted, y creo que se debe ser cortés con todos. — respondió la joven con sinceridad.

Fernand se sintió molesto por la respuesta de la joven pintora.

— Como sea, no estoy aquí para hablar de Rohan, tenemos aun muchos asuntos para atender, empezando con esto. — dijo Fernand extendiendo un cheque a la joven.

Juliette, casi logra desmayarse al ver la demasiado generosa suma en dólares que se hallaba en el documento que ya ostentaba la firma de su benefactor.

— Esto…es demasiado señor, no pensé que sería tanto. — dijo la joven muy sorprendida.

— Para nada, es lo correspondiente al valor de su arte, no pagaré una miseria por tan magníficas obras de manos tan talentosas, este es solo el primero de los muchos cheques que recibirá, no desestime el valor de su trabajo, nunca debe hacerlo. — respondió el apuesto hombre de mirada lobezna.

— Muchas gracias, señor, me esforzaré en cumplir sus expectativas. — dijo la joven Juliette sonriendo.

La mañana pasó rápidamente entre todos los pendientes que había por hacer, se había establecido ya un horario para que Juliette comenzara sus clases de arte que se llevarían a cabo en un recinto especial dentro del museo, también se había fijado un sueldo para ello y el magnate Fernand Beaumont, había logrado convencer a la joven de vivir en el hermoso apartamento que se había acomodado especialmente para ella, por supuesto, la joven solo aceptó vivir en él, a cambio de pagar una pequeña renta por ello, Fernand se había mostrado ofendido por un alquiler más costoso ofrecido por la joven.

De regreso en su lujosa mansión, la ira contenida por el hombre se había visto liberada destruyendo algunos de sus muebles por ello, el olor de Edmond Rohan, había prácticamente desaparecido de Juliette al final de aquella ajetreada mañana, pero, aun así, Fernand estaba enfurecido por el atrevimiento de aquel paria desterrado.

— Maldito paria, finalmente se ha mostrado con intención de dominio sobre lo que es mío, pero no permitiré que se salga con la suya. — dijo el apuesto Fernand apretando sus puños con fuerza.

— Mi señor, se han colocado guardias alrededor del apartamento de su intención, pero, si me permite decirlo, creo que debería marcar a la señorita Lambert cuanto antes, cuando un alfa marca a su intención, otros machos no pueden acercarse a menos que presenten un desafío, y solo otro alfa tendría el derecho de hacerlo. — dijo Calder con seriedad ante la ira de su señor.

Fernand se servía una copa de whisky, eso ya lo sabía, pero no dependía solo de él.

— Conoces las reglas Calder, no puedo marcarla solo porque si, una huella de olor se desvanece, pero la marca de un alfa a su hembra elegida no puede hacerse solo por el deseo de uno, para marcarla, Juliette debe desearme, debe desear ser mía, entonces, y solo entonces, podré morderla y dejar mi marca de posesión sobre ella para que ningún otro pueda tocarla, ella es mía, y veré que todos lo sepan, la he elegido desde mucho antes y ni Rohan ni nadie más me la ha de quitar, Juliette Lambert me pertenece. — dijo con voz posesiva Fernand Beaumont.

— Entonces no tiene tiempo que perder, sin embargo, un lobo sin manada no puede ser un rival poderoso, usted es el más fuerte, aquel que acabó con el linaje Rohan, nadie puede oponérsele. — dijo Calder con seguridad.

Fernand, dando un trago a su copa, sabía que aquello no era tan simple como su sirviente suponía, Edmond no era alguien a quien tomar a la ligera.

— No te equivoques Calder, Rohan no es un cualquiera, un lobo Alfa solitario es también un rival poderoso, nunca subestimes a tu enemigo, menos aun cuando este tiene colmillos para defenderse, fue el único que sobrevivió, el único lobo que sobrevive en soledad…un líder sabio sabe cuándo reconocer a su rival y yo reconozco el linaje de ese hombre…aun así, no dejare que avance, no con ella. — dijo Fernand con un deje de ira en su voz.

Calder guardo silencio, aquella vieja leyenda de Gevaudan, aún se escuchaba en estos días modernos, aquel lobo que atemorizó poblados enteros, y del cual nunca nadie volvió a saber jamás, el linaje maldito que fue una vez temido por todos y que su amo y señor extinguió hasta las casi cenizas.

— Lamento mis palabras señor, la señorita será suya, de eso estoy completamente seguro. — dijo el joven sirviente.

— Es así Calder, yo soy aún más temido de lo que una vez fue su casta. — respondió Fernand con orgullo.

En la soledad de una lujosa oficina privada, Edmond miraba aquella tarjeta con el delicado nombre femenino grabado en ella, el aroma a pureza emanaba desde esta, embriagando cada uno de sus agudizados sentidos, Juliette Lambert, la hembra que deseaba, se guardaba pura, nunca antes mancillada, su olor y mirada decían mucho, una virgen, doncella jamás tocada, jamás besada, con delicado aroma sin mancha, prístino, que lograba despertar sus bajos instintos de macho.

La deseaba, quería poseerla, quería ser el quien la marcase para la eternidad, quería ser su hombre, el primero y el ultimo en dejar huella en su piel, en disfrutar los placeres ocultos de su cuerpo puro y virginal, que aquellos ojos grises solo a él lo mirasen…sabía bien que aquel infame hombre, Fernand Beaumont, estaba también tras ella, deseando lo mismo, buscando marcar a la hembra elegida, pero no lo permitiría, esta vez el sería el vencedor, aquella vieja rivalidad culminaba en la figura hermosa y femenina de Juliette Lambert, aquella mujer capaz de ver en la profundidad del lobo, aquella gentil doncella que podría llegar a amar más allá de posesión de un lobo…de un alfa.

El hombre en la galería de arte, mirada lobezna que se fijaba sobre una joven artista, deseos prohibidos, calor de verano, un sofocante sueño húmedo invadiendo la intimidad de Juliette.

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